"La huella de las personas a través de los libros"
La generosidad de Don José de Erostarbe y Bucet
Dedicado a todos los hermanos que, con su generosidad, hacen posible la continuidad de una Hermandad.
San Fernando, 23 de abril de 2021. Día del libro
Comisión archivo histórico
Los libros son una fuente inagotable de riqueza. A veces, amplían nuestro conocimiento del mundo profundizando en muchas materias mientras otras calan en lo más hondo de nuestra conciencia. Nos humanizan cuando empatizamos con un personaje de un interesante relato, o descubrimos una ventana al pasado. Nos acercan a Dios, llegando a ser hasta su propia Palabra revelada y al hombre, hecho a su imagen y semejanza. Nos conmueven, nos mejoran, nos cambian para siempre.
La Hermandad de la Vera†Cruz posee un rico archivo histórico documental con muchos testimonios que ayudan a comprender, además de su origen y evolución, todo lo que somos por aquello que fuimos.
Entre esos documentos, escasos en su primera etapa (aunque lejos de perder el tiempo con lamentaciones, disfrutaremos de la belleza de vivir en torno a las leyendas fundacionales) y muy completos desde su última reorganización de finales del s. XIX, se encuentran libros de actas, misivas, estados de cuentas, normas y estatutos, proclamas, listados de hermanos, fotografías descriptivas y libros de procesión, entre otros. Una preciosa amalgama que ha permitido viajar hasta esas fechas y hacernos sentir como aquellos hermanos que, en los albores del trepidante siglo XX, levantaron esta Hermandad convirtiéndola en uno de los santos y señas de la Semana Santa de nuestra ciudad.
Uno de los ejemplares más valiosos, no solo por la información que aporta sino también, por el significado que posee, es el Libro de Firmas dedicado a la figura de D. José de Erostarbe y Bucet, Hermano Mayor, en 1897. En estas líneas trataremos de contextualizarlo y describirlo.
Capilla del Santísimo Cristo de la Vera†Cruz
Vista de la calle Real desde la torre de la Iglesia Mayor (1925) © Fotografía Quijano.
1891, UNA HERMANDAD QUE VUELVE PARA QUEDARSE
Sin entrar en mucho detalle podríamos decir que la San Fernando de finales del siglo XIX y principios del XX era sin duda una ciudad de contrastes. Por sus calles era fácil ver por un lado el tránsito de ilustres marinos y profesionales de carrera frente a humildes salineros y operarios de la próspera industria naval militar. Dos mundos “juntos, pero no revueltos” que compartían lugar y hora, pero vistas desde realidades bien distintas. Desconociendo en parte los motivos que se dieron para reorganizar la Hermandad de la Vera†Cruz, lo que sí está claro es que un grupo de caballeros de la ciudad se fijaron en la bendita imagen del Santísimo Cristo y su recoleta Capilla, que tras su intermitente vida presentaba un estado bastante deficiente. Un barrio de gente humilde, una capilla en malas condiciones y una Hermandad aletargada no impidieron que dichos señores volcaran todas sus ilusiones y en parte, su capital, para revitalizar la Fe y la devoción del barrio del Santo Cristo.
Si nos fijamos en el plano económico, la bajísima cuota, que tardaría años en quedar fijada en una cantidad mínima obligatoria, no daba muchas veces suficiente capacidad financiera para soportar una procesión. De esto último dan buena cuenta las actas y libros de cuentas de la Hermandad, pues es bien sabido que hubo años que no fue posible ni siquiera realizar la Salida Procesional del Miércoles Santo o hubo que suprimir algunos cultos y actos en pro de lograr dicha salida.
Por lo tanto, la mayoría de las principales incorporaciones patrimoniales, así como el logro de tener una vida de Hermandad solemne era en gran parte gracias a las aportaciones personales de sus hermanos más pudientes. De hecho, a pesar de que la Vera†Cruz era ejemplo de coexistencia entre hermanos de diferente condición social y económica, el Sr. D. José Antonio Berrocal, hermano entusiasta y maestro de ceremonias de quien hablaremos más adelante, deja claro en las actas que era necesario hacer hermanos a personas respetables de la Ciudad, para poder arbitrar recursos para el sostenimiento de los cultos al mayor esplendor posible. También es anecdótico que, incluso el propio arcipreste D. Pedro Vigo Oneto, impulsor y avalista de la reorganización de la Hermandad, aportase su granito de arena para la causa.
En tales circunstancias y tras la reorganización por D. Pablo de la Pascua, quedará proclamado en la Junta General de diciembre de 1893 Hermano Mayor D. José de Erostarbe y Bucet. El ilustre médico y marino, ejercerá un papel fundamental en la evolución de la Hermandad no solo demostrando una brillante gestión, sino también, aumentando el censo de hermanos e incorporando grandes novedades a la procesión del Miércoles Santo.
Pablo de la Pascua Pantoja © Web familiar
José de Erostarbe y Bucet © Islapasión, de una Guía-Anuario de San Fernando
Desde un primer momento y promovido por su gran devoción a los Titulares, aportará donativos que eviten la merma de cultos y mantener la solemnidad de estos, pero eso no evitará que desde 1895 el déficit de la Hermandad siga al alza. En el año 1896 y en las Juntas de Gobierno que se celebraban en la cálida morada del Sr. Hermano Mayor, el Tesorero sigue notificando los grandes gastos que suponen la procesión (composición y andas del paso, confección de 30 túnicas más, etc.). El Sr. Erostarbe sin embargo, insiste en que se saquen los Titulares con la mayor solemnidad posible contando nuevamente con el acompañamiento de la banda de Infantería de Marina.
Por hacernos una idea, los déficits aproximados oscilaban entre 500 y 1000 pesetas, cuando una cuota normal podía ser de 25 o 50 céntimos al mes (lo que costaban, por ejemplo, 2 litros de leche). Las actas de abril de 1896 dejan constancia de que el Sr. Erostarbe pagó dicha cantidad “según ha hecho en otras ocasiones y llevado por su amor a la cofradía”. Por tanto, gracias a él pudo mantenerse la actividad de la Hermandad sin reducir la solemnidad de cultos.
Las grandes aportaciones de D. José de Erostarbe, continuaron en 1897 y se prolongaron hasta, al menos, 1902. Ya en 1903, será nombrado Hermano Mayor el rico propietario e industrial D. José Ruíz Rodríguez, aunque la vinculación de Erostarbe se mantendrá hasta el día de su fallecimiento en septiembre de 1916. En cuanto a las salidas procesionales, no habrá o serán muy irregulares hasta el nuevo impulso que obtuvo la Hermandad con el ilustre marino D. Ramón de Pando Pedrosa, en 1913.
Ramón de Pando Pedrosa © Archivo Hermandad
José Ruiz Rodríguez © Islapasión
EL LIBRO DE FIRMAS, UN SINGULAR SIGNO DE GRATITUD
La generosidad de D. José de Erostarbe nunca fue pública. Por los testimonios que han llegado a nuestros días sabemos que, durante sus mandatos, ponía el contador de las deudas a cero al final de cada curso para volver a obrar el milagro de la Salida Procesional nuevamente. En los Cabildos Generales, un hermano anónimo, arreglaba el problema. Realmente, todos conocían la buena voluntad de su Hermano Mayor. Tanto es así que, en la Junta General de 1897, el hermano D. José Antonio Berrocal dando voz a un sentimiento generalizado lee el siguiente escrito:
Señores:
Los valiosos servicios que a esta venerable corporación viene prestando nuestro Primer Hermano Mayor, Doctor D. José de Erostarbe, superan en mucho a lo que por su cargo le corresponden.
La Cofradía en masa las conoce. También sabe que, sin su mano protectora, no hubiéramos el año último sacado procesionalmente a nuestros Divinos Titulares y nadie ignora, que sin él, la Hermandad estaría ya en ese decadente estado en que se encuentran las corporaciones similares.
No fue así, y la cofradía prosigue el camino que le trazaron sus primitivos fundadores, pues, gracias a las condiciones que lo adornan, pudo la Hermandad librarse del precipicio a que el espíritu maligno trató de empujarla.
Por lo tanto, señores, aunque D. José de Erostarbe sea reelegido, una y mil veces para el mismo cargo, no aparece demostrada la gratitud a que le estamos obligados; y creo también mezquina la fórmula generalmente usada, de proponer a su favor un voto de gracias.
Esto vale muchísimo en las corporaciones, pero D. José es acreedor de mucho más. Y como juzgo que todos vosotros participáis de la misma creencia, me permito proponer se le ofrezca un álbum en el que, a continuación de la dedicatoria y del acuerdo que la Junta General se digne tomar, vayan todas y cada una de las firmas de cuantos formamos esta Hermandad, que es orgullo de San Fernando y modelo de cuantas en esta ciudad existen.
Bien modesto es el obsequio, mas sí aseguro queridos hermanos, que llevará entre sus hojas todo el cariño y entusiasmo que por la Corporación sentimos y el respeto y consideración que a todos merece nuestro 1er Hermano Mayor.
Permitidme, por último, antes de terminar que deje aquí consignado la parte que en el álbum que ofrezco han tomado los hermanos D. Manuel Montesinos y D. Serafín del Corral, pues a ellos les debo el dibujo de las hojas; así como que la portada me ha sido regalada por el reconocido artista D. Tomás Cano y Velázquez.
Capilla del Santo Cristo, a los 3 días del mes de enero de 1897.
Exposición a la Junta General de la Hermandad el 3 de enero de 1897,
por parte del hermano D. José Antonio Berrocal
© Archivo Hermandad
El Sr. Tesorero se hizo cargo del álbum para que firmaran aquellos hermanos que no estaban presentes. Como curiosidad, de esa junta no solo salieron elogios a los grandes benefactores de la Hermandad, sino que también se trató de paliar la situación estableciendo una cuota anual obligatoria para todos los hermanos.
En aquella época tal homenaje tuvo que calar en la sociedad isleña, ya que en la Junta de Gobierno del 5 de febrero de 1897 el Sr. Berrocal deja constancia de que se conservan en el archivo de la Hermandad tres números del periódico local “La Correspondencia de San Fernando” donde aparece la reseña de la Junta General celebrada. Desgraciadamente, no se conservan dichos ejemplares.
La entrega de dicho obsequio tuvo lugar en la Sacristía de la Capilla el 11 de abril de 1897, Domingo de Ramos. Muchos hermanos acudían a los oficios y el momento era idóneo. Se constituyó Junta de Gobierno expresamente para la ocasión y junto a la presencia de D. José Antonio Berrocal, iniciador de la idea el libro le fue entregado a D. José de Erostarbe por D. Luis del Corral, segundo hermano mayor. El Hermano Mayor, agradeció enormemente el gesto de los hermanos.
LOS LIBROS ANTIGUOS: UNA CÁPSULA DEL TIEMPO
Portada del libro de firmas con el que se obsequiara a Don José de Erostarbe y Bucet
© Archivo Hermandad
La maravillosa portada pintada por el artista D. Tomás Cano y Velázquez, está llena de información sobre la Hermandad de aquellos años. Entre otros detalles, aparece el título primitivo que incluía la advocación de Nuestra Señora de los Dolores y que fue cambiado en 1918 por la actual; Nuestra Señora del Mayor Dolor. Asimismo, como fiel muestra de la continuidad que han sabido tener los hermanos que nos precedieron a lo largo de todo el siglo pasado, muchas cosas permanecen intactas hoy en día como por ejemplo el escudo o las túnicas. El hábito de los hermanos en la tarde del Miércoles Santo sigue siendo tal y como lo describían los Estatutos de la reorganización: Túnica negra de cola con fajín ancho amarillo.
El acta de octubre de 1891 dejaba patente la necesidad de confeccionar dos estandartes: Uno para difuntos y otro más elaborado para el resto de los actos. El estandarte, que tiene la forma típica de aquellos que aparecen en las fotos de Quijano de procesiones como el Nazareno, está descrito en actas como “de Chenilla o pana negra con ribeteado de plata, cordones negros, cuadro al oleo y vara/varilla de madera pintada con cruz de madera plateada, siendo la pintura de D. Federico Ristori”.
En su interior aparecen las firmas de todos los hermanos, tal y como testimonian las actas, enmarcadas en preciosos y variados marcos hechos a mano por los hermanos D. Manuel Montesinos y D. Serafín del Corral. Numerosas rúbricas cuya caligrafía denotan incluso el nivel educativo y el acceso a los estudios por parte de alrededor de 200 hermanos, según su condición social.
Interior del libro de firmas.
© Archivo Hermandad
No entraremos a detallar la vida y obra de cada uno de los firmantes, aún siendo muchos de ellos personajes ilustres de aquella Real Isla de León, ahora bien, un detalle aparece en algunas firmas como son aquellas que están hechas en nombre de hermanos que se encontraban fuera de la localidad, muchos de ellos y dada la tradición militar de la zona, inmersos en la guerra de Cuba que había comenzado en 1895.
Detalle de firmas en las que una madre y una esposa firman ante la ausencia de su hijo y marido por encontrarse en la guerra de Cuba. © Archivo Hermandad
En definitiva, el libro de firmas de D. José Erostarbe, es parte del patrimonio que custodia con orgullo la Hermandad gracias a la donación del mismo por parte de la propia familia Erostarbe. Un testimonio escrito que relata, con tan solo contemplarlo, a la Hermandad de la Vera†Cruz en sus orígenes, a la ciudad de San Fernando y sus gentes y es enseñanza aún hoy día de que cuando se tiene Fe, la generosidad de los hermanos hacia sus Titulares llega a la plena dedicación, en lo espiritual y lo terreno. Sin duda, quien tiene un libro, tiene un tesoro.